En esta ocasión, me encontré con una familia y un deseo, convertir lo que hasta entonces había sido un jardín rustico en un nuevo espacio en el que reinase el orden pero sin rigidez, la armonía con lo natural, la amplitud y la intimidad.
En la primera fase me centre en la entrada principal, la cara de la casa, el alma del que habita. Una extensa manta verde que maravillara sus miradas acompañado del rojo estacional de las photinias que con sus nuevos brotes plasmasen un cambio de temporada. Conservando a la majestuosa encina y la magnolia desmelenada a la que luego di forma para que no pareciera recién levantada. Una entrada de carácter fuerte y abierto.
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En la segunda fase, me permití algo salvaje, audaz y atrevido. Querían color, cambio estacional y disfrutar todo el año, sin importar que llegara el invierno, del nuevo espacio. Un espacio reservado para el juego, esta vez si que se conserva el carácter rustico predominante, integrando especies adaptadas al entorno, todas de hoja perenne. Jugué con el color de sus hojas, su tamaño, en algún caso, flores poco aparentes pero presentes y sus frutos rojos y negros con fondo verde, amarillo, rojo y blanco. Todo un existo, a día de hoy es un jardín que está creciendo y adaptándose a la familia que una vez lo imagino.




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